Es increíble la reacción que tiene Jesús con la mujer adultera que sale en Juan 8:1-11. ¡Qué contraste con los religiosos de esa época! Yo me imagino dentro de ese grupo, porque conozco como he pensado de mis hermanos en la iglesia. Muchas veces soy el juez perfecto, el que tiene la última palabra, el que siempre toma buenas decisiones... que engaño, que hipocresía. Bueno, gracias a Dios por mostrarme mi error. Seguro yo hubiese estado con los escribas y fariseos.
Hay tanto que decir de este pasaje y seguro que puede tratarse con mayor seriedad de la que me puedo imaginar. Ahora sólo tengo una idea entre ceja y ceja. Estoy asombrado de las palabras de Jesús:
- Jesús: Mujer,¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
- Mujer: Ninguno, Señor.
- Jesús: Ni yo te condeno, vete y no peques más.
Me asombra muchísimo, porque haciendo una mirada de mi vida, conociendo mi pecado y mis errores, no solo soy un fariseo, también soy adúltero. Yo he adulterado cada vez que no he hecho la voluntad de Dios. Soy pecador, y uno que merece ser apedreado. La única diferencia con la mujer es que su pecado era evidente para los hombres. Pero Dios conoce mi corazón y mi mente, por lo que es evidente para Él todas las intenciones que tengo. ¡Qué asombroso! Es de su boca que salen las palabras más maravillosas que puedo escuchar: "No te condeno".
Como cristiano reconozco mi pecado, pero descanso en el perdón de Dios, que no sólo me perdona, EL PAGA POR MI. Sé que un día lo veré cara a cara, puedo vivir con esa seguridad. Puedo entender que fue Él "el apedreado", el que pagó por mi adulterio espiritual. No hay otra reacción válida. Debemos rendir nuestras vidas ante Él, y pedir su perdón. Dios, que es fiel a su Palabra y tardo en ira nos perdona. Cristo en la cruz pagó por tu pecado y por el mío, para siempre. ¿QUIERES ACEPTAR SU REGALO O PERMANECER ALEJADO DE EL ETERNAMENTE? Créanme que hay descanso en Cristo para nuestras almas y paz que sobrepasa todo entendimiento. Lo he visto en tantas personas y lo he comenzado a ver en mi vida.
Sigamos nuestras vidas en Cristo, y no pequemos más. Recuerden 1 Juan 2:1-2.